martes, 28 de marzo de 2017

ROMANCERO A ALHAMA


                           Paseábase el rey moro



por la ciudad de Granada,

desde la puerta de Elvira

hasta la de Vivarambla

-¡Ay de mi Alhama!

Cartas le fueron venidas

que Alhama era ganada.

Las cartas echó en el fuego,

y al mensajero matara.

-¡Ay de mi Alhama!

Descabalga de una mula

y en un caballo cabalga,

por el Zacatín arriba

subido se había al Alhambra.

-¡Ay de mi Alhama!

Como en el Alhambra estuvo,

al mismo punto mandaba

que se toquen sus trompetas,

sus añafiles de plata.

-¡Ay de mi Alhama!

Y que las cajas de guerra

apriesa toquen el arma,

porque lo oigan sus moros,

los de la Vega y Granada.

-¡Ay de mi Alhama!

Los moros, que el son oyeron,

que al sangriento Marte llama,

uno a uno y dos a dos

juntado se ha gran batalla.

-¡Ay de mi Alhama!

Allí habló un moro viejo,

de esta manera hablara:

-¿Para qué nos llamas, rey?

¿Para qué es esta llamada?

-¡Ay de mi Alhama!

-Habéis de saber, amigos,

una nueva desdichada:

que cristianos de braveza

ya nos han ganado Alhama.

-¡Ay de mi Alhama!

Allí habló un alfaquí,

de barba crecida y cana:


-Bien se te emplea, buen rey,

buen rey, bien se te empleara

-¡Ay de mi Alhama!

-Mataste los Bencerrajes,

que eran la flor de Granada;

cogiste los tornadizos

de Córdoba la nombrada.

-¡Ay de mi Alhama!

Por eso mereces, rey,

una pena muy doblada:

que te pierdas tú y el reino,

y aquí se pierda Granada.

-¡Ay de mi Alhama!















jueves, 16 de marzo de 2017

MAS ROMANCEROS VIEJOS



Ginés Pérez de Hita en sus escritos  de las guerras civiles de Granada
Finalmente, los moriscos fueron sacados de sus tierras;
y fuera mejor que no se les sacara, por lo mucho que han perdido dello Su Majestad y todos sus reinos.
 Este fin tuvieron las guerras granadinas, al cabo de mil años que
los alarbes habían entrado en España, reinando el señor
don Felipe, segundo deste nombre, a quien Dios nuestro señor guarde largos años.

Sacolas en limpio y acabolas Ginés Pérez de Hita,
vecino de Murcia, en 22 de noviembre de 1597


Estos romances los saca Ginés Pérez de Hita en estos escritos

Lágrimas que no pudieron
tanta dureza ablandar,
yo las volveré a la mar,
pues que de la mar salieron.
Hicieron en duras peñas
mis lágrimas sentimiento,
tanto, que de su tormento
dieron unas y otras señas;
y pues ellas no pudieron
tanta dureza ablandar,
yo las volveré a la mar,
pues que de la mar salieron.


Temeroso de la muerte
estaba Avenabó Audalla,
viendo como ya la guerra
con su daño se acababa,
y también sus capitanes
ya no curan de las armas,
y los niños y mujeres
por las paces suplicaban.
Al fin acuerda rendido
pedir a don Juan de Austria
que las paces les conceda
como las pide y demanda:
que las haciendas se queden
en los moros de Granada,
como solían estarlo,
pagando su pecho y farda;
y que los turcos se embarquen
pasando la mar salada.
Para tratar de las paces
al buen Habaquí enviara,
porque es hombre muy prudente
y discreto en cualquier habla.
Marchándose el Habaquí,
para Andarax caminaba,
adonde asiste Su Alteza,
y le expuso la embajada,
pidiendo las condiciones
que Avenabó demandara.
El buen don Juan las otorga
con voluntad pura y llana,
y al Habaquí, porque vino
a traer esta embajada,
le dio una cadena de oro
y una espada muy dorada.
Con esto tornó a Avenabó, 
ya las paces concertadas;
mas traidores con envidia
al Habaquí maltrataban,
dando a entender a su rey
que grande traición le armaba,
por querelle llevar preso,
y entregarle a don Juan de Austria,
con la honra de las paces
para su bien ajustadas.
Avenabó con enojo
que le ahorquen luego manda,
lo cual al punto fue hecho
del ramo de una carrasca.
Murió el Habaquí cristiano,
Dios perdone la su alma.
Mucho le pesó a don Juan
de su muerte desastrada.
Todo el escuadrón morisco
se rebela contra Audalla,
y así éste se va huyendo
junto a la Sierra Nevada.
Allí en una oscura cueva
tiene el moro su posada
con muy pocos que le siguen
de los monfis, gente mala.
Luego los más capitanes
de la chusma rebelada,
Abenaix de Cantoria,
el Maleh y su mesnada,
con otros no pocos moros
a Andarax hacen jornada,
y allí confirman las paces,
como estaban ya tratadas.
A Guadix partió Su Alteza,
de allí envía embajada,
haciendo saber al Rey
de las paces ya asentadas.
Su Majestad mandó luego,
que saliesen de Granada
todos los moros y moras
y los de las Alpujarras,
y que pena de la vida
a aquel que en contrario haga.
Mucho sintieron los moros
aquesta nueva demanda,
que más quisieran morir
que dejar su dulce patria.
Mas al fin todos la dejan,
y a Castilla se trasladan
de toda la Andalucía
y Sevilla la nombrada,
fijándose en otras tierras
fuera de lo que es Granada